martes, 29 de abril de 2014

DICTADURA Y REVOLUCIÓN,


LA ARDUA TAREA DE LA OPOSICIÓN DEMOCRÁTICA.

Es indudable que enfrentar políticamente a una dictadura clásica de derecha

es menos engorroso que enfrentar a un gobierno autoritario autodenominado revolucionario y con veleidades marxistas leninistas.

La primera suele arrancar con todo. Da un golpe de Estado, instaura un gobierno militar, disuelve el Parlamento, reprime ferozmente a los sindicatos, Partidos y cuanta organización civil huela a progresismo o izquierda, clausura los medios de comunicación críticos y no niega sus intenciones de perpetuarse en el poder hasta ver cumplido su objetivo de “instaurar el orden en La República”.

Su perfil reaccionario, su discurso primitivo, su visión clasista y la conculcación brutal de los derechos civiles y políticos la mal disponen de inmediato con las democracias auténticas, con las miméticas y con todas las izquierdas del orbe. Enfrentarle se transforma ipso facto en una tarea liberadora y digna.

El segundo, en cambio, comienza disfrazando sus intentonas golpistas (tan militares y militaristas como las otras) tras eufemismos potables y políticamente correctos como insurrección o rebelión.

Desde un principio, para ocultar hacia adentro y hacia afuera de las fronteras sus intenciones totalitarias, “La Revolución” (Perón dixit) será muy cuidadosa en la utilización del lenguaje, no con el criterio de respetarlo, cosa que nunca hará, sino con el de sacarle el mayor provecho posible para sus objetivos. Vocablos como antiimperialismo, justicia social, revolución, inclusión, liberación, burguesía, explotación y oligarquía serán caballitos de batalla para su imagen progresista.

Paralelamente parasitará la estructura del Estado Democrático, transformando sus componentes en peones del poder autocrático, muy útiles a la hora de imponer justicia, reprimir y organizar elecciones.

Con todo el aparato estatal en su puño y toda la economía al servicio de su proyecto político estructurará un gobierno referendario que legitimará sus arbitrariedades. Como la dictadura clásica, esta será enemiga del proletariado organizado y libre, pero lo combatirá de otra manera: encarcelando dirigentes con acusaciones falsas, creando sindicatos patronales en las empresas del Estado, y paralelos donde no pueda triunfar. Además de armarse hasta los dientes para una hipotética invasión imperialista, ideologizará y pondrá las FFAA al servicio del partido de gobierno y creará grupos paramilitares para las tareas sucias de represión de las que podrá fácilmente deslindarse.

El resultado de toda esta estrategia será el dominio férreo de la sociedad, oculto bajo un manto de democracia justiciera muy útil para su imagen internacional.

En ese contexto complejo y ambiguo, el de la implantación de una dictadura “de a poquito” con anuencia internacional, es que la oposición democrática se verá obligada a actuar.

Se le permitirá participar en procesos electorales bajo condiciones de desventaja abusivas y arbitrarias. Se le descalificará, denigrará, insultará. Mediante un Poder Judicial militante se le amenazará, se le sojuzgará. La libertad de expresión desaparecerá con el cierre de algunos medios, la compra de otros, la amenaza.

Estas condiciones serán determinantes para el perfil y la unidad opositora.

Sirva este artículo como introducción al tema del próximo.



german_cabrera_t@yahoo.es 24 de abril de 2014



@germancabrerat