viernes, 14 de marzo de 2014

CAPRILES Y LA PAZ


Exceptuando las invocaciones mágico-religiosas a las que recurre el oficialismo para convencernos de que El Presidente (estimulado por su energía ciclópea, su amor sin límites y el apoyo indudable de los dioses), está en proceso de cura milagrosa, todo el mundo, tanto de aquí como de allá sabe, que a corto o mediano plazo sea por falta temporal o absoluta, en este país va a haber elecciones presidenciales.

Partiendo de esa premisa no hay que ser demasiado lúcido para entender que es indispensable desde ya lanzar al ruedo por consenso como afirma la MUD, a un fuerte candidato unitario de la oposición democrática. No a cualquier candidato, por muchos deseos que tengan algunas personas valiosas y meritorias de alzarse con ese cetro, sino al que indica la más elemental de las lógicas políticas: aquel que tenga posibilidades reales de triunfar frente al Entronizado de La Revolución que ya está en campaña narrando al pueblo chavista su amor desprendido y respeto sin límites al Único y afirmando que de resultar Humilde Continuador no lo será por apetencias personales sino por los injustos designios del destino.

O frente a cualquier otro que las intrigas palaciegas pongan en su lugar.

El único individuo que en este momento cumple con esas características es Henrique Capriles. De su mano, en solo tres meses, la oposición logró nada menos que el 48 % de los votos nacionales frente a un Presidente que, presumiendo de estar curado, echaba el resto.

Todo el país le conoce, se ha ganado el respeto de la oposición democrática, ha mantenido enfoques sensatos y realistas. Fuera del chavismo, los únicos que lo descalifican son los twiteros e interneteros de teclado radical que siguen soñando con el 350, la toma de la autopista y la Santa Desobediencia Civil. También los ubicuos antipolíticos con disfraz oportunista de políticos.

De manera que supongo que a nadie se le ocurrirá ponerse a inventar el agua tibia y lanzar un candidato que empiece desde cero su performance ante el monstruo estatal.

Este es un país inmerso en una guerra no declarada.

En el primer mes del año han entrado a la morgue de Caracas los cuerpos acribillados de casi 500 ciudadanos mientras más de 60 reclusos de la cárcel de Uribana fueron asesinados por la desidia y la corrupción abyecta de un gobierno que se proclama paladín de las libertades y la justicia.

En el 23 de enero, grupos parapoliciales “revolucionarios” fusilan ante familiares o lanzan al vacío desde los edificios a quienes declaran sus enemigos. Los poderes Judicial y Moral ignoran el hecho, mientras el Ejecutivo, incapaz de la más mínima autocrítica acusa al único medio independiente de comunicación de ser culpable de la anarquía. En la Asamblea Nacional los diputados de la oposición son agredidos verbal y físicamente.

La verdadera cara de La Revolución es la cara de la violencia, de la guerra fratricida.

Este país necesita paz.

La paz del ciudadano que obtiene justicia cualquiera sea su forma de pensar, la paz de caminar sin miedo por la calle, de ser propietario de sus esfuerzos, de informar e informarse verazmente, de obtener lo que le corresponde sin chantajes, la paz productiva y creadora.

Desdichada la sociedad que no logre la paz porque estará destinada al atraso más infame.

Sólo mediante un cambio de gobierno podremos recuperarla.

Vamos.



Germán Cabrera T. Enero de 2013.

german_cabrera_t@yahoo.es



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