viernes, 14 de marzo de 2014

LA REVOLUCIÓN Y LOS ARAGUATOS



La Revolución de pacotilla es una revolución verbal y de formas.

A manera de caserío cinematográfico del Lejano Oeste, engaña como real pero es una fachada falsa sostenida desde atrás por palitos.

Mediante palabras y apariencias, mantiene su imagen internacional, embauca a su pueblo y a la vez entretiene a sus militantes, que tienen la sensación de estar haciendo algo útil.

Pretende que forja cambios modificándole el nombre a las cosas y tergiversando cifras a su favor.

Su política comunicacional se basa en la mentira.

Miente al pueblo humilde que sueña con el día en que verá cumplidas las infinitas ofertas del Mesías y miente a los extranjeros incautos, sensibles a los cantos de sirena que incluyan en su léxico vocablos tales como Antiimperialismo, Insurrección, Hombre Nuevo y Capitalismo Salvaje.

Se rebautiza al 12 de octubre como “Día de la Resistencia Indígena”, los iracundos oficialistas enlazan, derriban y arrastran por las calles la escultura en bronce de Cristóbal Colón, pero los aborígenes venezolanos son dejados a merced de la violencia de los mineros ilegales y a la corrupción de las Fuerzas Armadas.

Los presos se denominan “privados de libertad” y se negocia con los Pranes, organizadores de secuestros y sicariato, que pasan a llamarse “líderes negativos”. Para que un niño pueda ver un programa violento en la TV debe ser guiado “por su madre, padre, representantes o responsables” pero el Presidente de la República vitupera y maldice permanentemente en Cadena Nacional.

Ahora La Revolución quiere venderse como adalid de la ecología y la salvación del planeta pero contamina ríos y lagos, abandona los embalses a su suerte, permite que se invadan y deforesten los Parques Nacionales, y no hace nada para impedir la cacería y comercialización de la fauna silvestre, uno de cuyos ejemplos más crueles es la venta de bebés de Araguato o Mono Aullador.

Estos simios se adaptan a entornos naturales diversos y por lo tanto son abundantes. Muy territoriales, viven en comunidades de 14 o 15 individuos con jerarquías sociales. Las hembras procrean un solo cachorro por parto y cargan el bebé aferrado a su pelaje durante un año, período en que el infante no sólo lacta sino que, observando a su madre, aprende qué y cómo comer. Su aparato digestivo, especializado como el de los rumiantes, posee dos estómagos que fermentan y digieren.

Para capturar un bebé Araguato es necesario matar a su madre y eso es lo que hacen quienes venden los animalitos en las carreteras del país, por ejemplo a la entrada de Puerto Píritu, junto a un destacamento cómplice de la Guardia Nacional.

Salen de cacería con rifles o escopetas y al encontrar una tropa de monos disparan a las hembras paridas, que caen heridas al piso y son rematadas para arrancarles a sus hijos. Si un padrote o una madre sustituta intervienen, también son masacrados. De los monitos que sobreviven a los disparos y la caída, el 90% muere durante los primeros días y el resto generalmente termina en las fauces de un perro, aplastado por un carro o electrocutado.

¿Será que el pomposo “Ministerio del Poder Popular para el Ambiente” está ciego o será que su ineficiencia no tiene límites?

¿Considerará que los asesinos son “compatriotas que tienen derecho a ganarse la vida” y que al quitarles el trabajo ingresarán inconvenientemente a las cifras de desempleo?

Yo creo que al gobierno no le importa un asunto tan trivial, está muy ocupado organizando “La Revolución Planetaria”.



Germán Cabrera T.



22 de julio del 2012.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario