viernes, 14 de marzo de 2014

EL PROLETARIADO Y LA REVOLUCIÓN



Fíjense lo que son las cosas: una de las características más destacadas de la pomposa Revolución Bolivariana, la misma que cacarea Urbi et Orbi su novísimo y creativo Socialismo del Siglo XXI, es su desprecio absoluto por el proletariado.

Flagrante y sorprendente contradicción ésta, ya que el marxismo, como todos sabemos, considera a la clase trabajadora (carente de medios de producción y vendedora de su fuerza de trabajo), como la predestinada para organizarse y ser el germen de la Revolución Socialista, el ariete que se llevará por delante no sólo a los explotadores sino también al capitalismo como sistema económico y político.

Pero resulta que, una vez amos del poder, los autodenominados revolucionarios, portadores de la antorcha de la verdad absoluta, razonan de la siguiente manera: ahora somos gobierno, el gobierno es La Revolución, La Revolución es la única llave hacia una Luminosa Nueva sociedad, y el Estado Burgués, que despedazaremos paulatinamente, es ahora propiedad del gobierno, o mejor dicho Gobierno y Estado son la misma cosa. De este razonamiento cerrado deriva una conclusión inobjetable: contra La Revolución nada es aceptable, por lo tanto el gobierno y el Estado, ahora revolucionarios son inobjetables. De esta primera conclusión deriva una segunda: quien enfrente al Estado-Gobierno estará enfrentando a La Revolución, por lo tanto será un Traidor a La Patria, un fascista, un parásito.

Impecable.

Armado con este bagaje elemental el Estado-Gobierno-Revolucionario no tolerará disensos.

Pero resulta que una Revolución no se hace de un día para otro. De hecho un Gran Ministro del Santo Proceso acaba de afirmar que necesitan 50 años de gobierno para corregir errores. Y mientras tanto tienen que lidiar con las malas costumbres aprendidas por el proletariado durante muchos años de democracia, es decir las malas costumbres de sindicalizarse, de exigir contratos colectivos, mejoras salariales, seguridad social, todos asuntos que El Proceso considera desviaciones burguesas.

Eso se transforma en un gran problema para un Estado-Gobierno-Patrono macrocéfalo y clientelar que ha crecido exponencialmente engordando su nómina hasta el infinito con el objeto de contar con una masa de empleados públicos temerosos que le aseguren su voto.

Con el patrono privado el asunto se le hace fácil, le amenaza, lo multa, lo expropia, o le crea sindicatos oficialistas que le hagan la vida imposible.

Pero ¿cómo debe actuar el Patrono Revolución contra el “enemigo en casa”?

Muy simple, se actúa como contra todo “contrarrevolucionario”: se mete preso al sindicalista respondón, o se le somete a los juicios infinitos y arbitrarios de un Poder Judicial abyecto, se le niega reconocimiento a los sindicatos libres, se les pone a competir con sindicatos oficiales financiados con el dinero del Estado, se amenaza a los trabajadores con despido o retiro de beneficios si no aceptan la contratación estipulada unilateralmente por el Gobierno, por La Revolución.

Y hete aquí una Revolución sin proletariado.

Así como también es, de paso, una Revolución sin estudiantes.

¿Cómo nos mantendremos en el poder?, se pregunta el liderazgo iluminado.

Bueno nos queda el lumpen, se responde, y para ponerlo a nuestro servicio tenemos una metodología infalible.

Pero eso será tema del próximo artículo.



german_cabrera_t@yahoo.es 7 de noviembre de 2013



No hay comentarios.:

Publicar un comentario